Eternamente agradecida

    Gata decía que hablar del amor es hablar de ausencias, aunque yo creo el amor solo se habla en la ausencia. Y ahí me encontré, solísima, pero por primera vez en mucho tiempo sin nada que recriminarme, solísima ante un silencio espectral en las 4 paredes de mi habitación. Ya no sabía que era llegar a casa sin estar con la otra persona y no perseguirme, ni juzgarme, ni insultarme, ni buscar cada una de las respuestas de aquel rompecabezas inteligible. Hoy no había ruido cuando llegué a casa, no retumbaba en mi cabeza un eterno dialogo que nunca culminaba, no había nada. Aún no me acostumbro a que mi pensamiento y mi acción converjan de una forma tan exacta, que no tenga nada que discutirme sino agradecerme, por primera vez darme las gracias a mí. Tampoco pensé nunca que podría escribir de un amor tan grande que me cupiera en el pecho, pero no me empujaba las entrañas. Un amor como las olas del mar, viene cuando es necesitado y se marcha cuando invade, cubre pero nunca ahoga. Un amor que entendiera mi lenguaje porque quiera aprenderlo, la materialización de la palabra respeto.

    Un amor que no tiene términos para ser descrito,

no se esculpe la piedra

con letra de barro,

porque pocas veces quiero hablar de él, para qué sirve traerlo en frases cuando puedo disfrutarlo. No obstante, hoy solo escribo para decirme a mí que al fin lo conseguimos (yo y mis tantas voces), que hoy vuelvo a casa y no tengo ningún reproche. No parece que vayan a volver las pesadillas que mantenían mis noches en vela, ni tampoco los grandes enigmas que hacían destruir cada resquicio de mi realidad, no hay daga en ningún acto, simplemente la calidez del cariño que hace que la soledad no exista.

    Pero nunca termino de creérmelo aunque ya haya pasado tiempo, a veces sueño que nunca llegué a conocerlo, que mi vida transcurrió sin conocerle. Entonces me levanto con el espacio de la memoria del corazón llena de melancolía, con la sensación de no terminar de recordar que existes. ¿Se puede echar de menos algo que nunca existió? yo diría que sí. Pero cuando la lucidez me invade y vuelvo a recordar quién soy, quién eres y quiénes somos, vuelvo a escuchar la paz, los agradecimientos y simplemente sonrió. Muchas veces no sé cuando te veré, tampoco necesito verte para comprobar que estás, porque siempre estas aunque no estés.

    Por fin tengo la certeza de que ya no tengo que huir, solo anidar. Y no tengo palabras para esa sensación, tengo que inventar ese azul.


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