Me abandonaste tras la invasión,
nunca fuiste de glorias, de oro, o de ultrajar tumbas
era la propia fragilidad revistiéndose de sangre.
Eras de arrasar imperios y olvidarte de su lugar geográfico,
por eso pase de ser el núcleo de la capital a unas ruinas,
pero me estoy reconstruyendo,
con más ruido que silencio,
me estoy reconstruyendo.
No me acuerdo de los planos,
ni de la arquitectura,
no sé si soy austera, gótica o renacentista,
o si en mí
reino Cleopatra,
Teodora de Bizancio,
un mediocre político
o hasta esos cuadros que nos gusta añorar,
si debería haber ventanas o espejos,
ferrocarriles, carreteras o caminos de piedra.
Hay días que la ceguera me rearma de material
y me veo construyendo cuevas sin fondo,
cavernas de Platón,
a ver si empezando por abajo entiendo
esta puta realidad.
Hace ya tiempo que no añoro la civilización,
me he vuelto una reaccionaria de cojones,
viviendo entre hippies y animales sin domesticar,
porque me hizo tanto daño un ser humano,
que no quiero reconstruir ninguna ciudad.
Si en el fondo,
soy más cobarde que tú.
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